“ARGENTINA 1985”.
LA RENCIENTE HISTORIA ARGENTINA.
GRAN VUELTA AL CINE POLITICO
Y DE JUICIOS.
“Stevenson creía que la crueldad es el pecado capital; ejercerlo o sufrirlo es alcanzar una suerte de horrible insensibilidad o inocencia. Los réprobos se confunden con sus demonios; el mártir, con el que ha encendido la pira. La cárcel es, de hecho, infinita.
De las muchas cosas que oí esa tarde y que espero olvidar, referiré la que más me marcó, para librarme de ella. Ocurrió un 24 de diciembre. Llevaron a todos los presos a una sala donde no habían estado nunca. No sin algún asombro vieron una larga mesa tendida. Vieron manteles, platos de porcelana, cubiertos y botellas de vino. Después llegaron los manjares (repito las palabras del huésped). Era la cena de Nochebuena. Habían sido torturados y no ignoraban que los torturarían al día siguiente. Apareció el Señor de ese Infierno y les deseó Feliz Navidad. No era una burla, no era una manifestación de sí mismo, no era un remordimiento. Era, como ya dije, una suerte de inocencia del mal.
¿Qué pensar de todo esto? Yo, personalmente, descreo del libre albedrío. Descreo de castigos y de premios. Descreo del infierno y del cielo. Almafuerte escribió: “Somos los anunciados, los previstos, / si hay un Dios, si hay un punto omnisapiente; / y antes de ser, ya son, en esa mente, / los Judas, los Pilatos y los Cristos”.
Sin embargo, no juzgar y no condenar el crimen sería fomentar la impunidad y convertirse, de algún modo, en su cómplice.
Es de curiosa observación que los militares, que abolieron el código civil y prefirieron el secuestro, la tortura y la ejecución clandestina al ejercicio público de la ley, quieran acogerse ahora a los beneficios de esa antigualla y busquen buenos defensores. No menos admirable es que haya abogados que, desinteresadamente sin duda, se dediquen a resguardar de todo peligro a sus negadores de ayer.”
Jorge Luis Borges.
Artículo escrito tras asistir al juicio a los militares.
Hay recuerdos indelebles donde uno se vuelve a ver cada poco con el corazón encogido. Así me sucedió hace muchos años al salir de ver “MISSING” (“DESAPARECIDO”), la película sobre la barbarie chilena durante la dictadura de Pinochet, producción USA dirigida nada menos que por esa gran figura del cine político europeo, el franco-griego Costa-Gavras (Konstantinos Gavras en realidad, del que muchas películas podríamos comentar y daría para un largo artículo, no solo por la importancia de su filmografía, sino para la influencia que ha tenido en quien esto escribe) y protagonizando a los alucinados padres que buscan desesperadamente a su hijo estadounidense (sin poder contar con sus propias autoridades que sin duda han sido cómplices en las masacres y violaciones de derechos), nada menos que la super estrella Jack Lemmon y a Sissy Spacek. A ese impacto emocional, se sumó que era el día en que el PSOE gano sus primeras elecciones generales en 1982, encontrándome a la salida del cine con las grandes concentraciones de sus seguidores para celebrarlo, lo que hizo que me sintiera orgulloso de nuestra democracia. Triste y penosa comparación, porque no puedo quitármelo tampoco de mi retina, con otras manifestaciones de los mismos partidarios, incluyendo cargos públicos, en la misma plaza, años más tarde, pero esta vez para ir contra el PP en plena noche electoral, acusándole de los atentados islamistas, que es algo que solo vale para desafectarte de a dónde nos había llevado la democracia (la cosa por desgracia ha ido a peor y no hablo de un solo partido).
Una emoción parecida volví a sentir al ver la película argentina del título, casi con lágrimas en los ojos, durante gran parte de la cinta y especialmente cuando el esforzado fiscal protagonista expele su alegato final que acaba con la famosa expresión: NUNCA MÁS. Frase que, como dijo el fiscal Julio César Strassera en su discurso, pertenecía ya al pueblo argentino; claro que no era invención suya, sino que estaba en el título del famoso informe de la Comisión nacional de sobre la desaparición de personas CONADEP (la cual recibió miles de declaraciones y testimonios, así como verificó la existencia de cientos de lugares clandestinos de detención en todo el país), presidida por el eximio escritor Ernesto Sábato, que entregó su informe al Presidente Alfonsín en septiembre de 1984.
Como veremos luego, en la desastrosa y penosa historia reciente argentina no se libra nadie e incluso el mundialmente consagrado escritor recibió su palo porque tuvo una primera etapa de alabanza al dictador y genocida Videla (almuerzo al que también asistió Borges), aunque luego evidentemente se retractó porque la salvajada organizada por el ejército, junto a las facciones poderosas de la sociedad (que ya habían creado el grupo criminal llamado la TripleA) y los apoyos de CIA estadounidense llevaron a una situación de lucha sanguinaria e ilegal contra la “subversión”, que incluía el izquierdismo político y sindical aunque no usasen la violencia, anulando los derechos de los ciudadanos, carecieron de toda justificación y el resultado fue horroroso con más de 30.000 víctimas (entre muertos, desaparecidos y bebés robados).
Lógicamente, aquella bestialidad iniciada en marzo de 1976 se conoció pronto en todo el mundo, incluida nuestra naciente democracia, por lo que de mi retina tampoco se puede borrar la patética escena de ver al criminal Videla presidiendo la final del Mundial de Fútbol de 1978, donde para colmo su selección fue la ganadora. Así por desgracia funcionaba la comunidad internacional y había que ir acostumbrándose.
Pues bien, la película argentina del título, todo un super éxito en aquel país (incluso entre la juventud, lo que ha sorprendido mucho y de forma agradable por supuesto), era candidata a los premios oscar y muchos argentinos la consideraban la gran favorita (igual que quien esto escribe), pero había que tener en cuenta lógicamente que los argentinos y el mundo de habla hispana pueden verse muy identificados con los hechos, su importancia histórica y transcendencia, pero otra cosa serían los aficionados y jurados USA, como por desgracia así sucedió, quedándonos sin ese ansiado oscar.
Evidentemente, la dictadura militar forma parte de los hechos más importantes de la reciente historia argentina y ha dejado marcado al país, dando lugar incluso a algunas de sus mejores películas, pues no podemos olvidar que las únicas dos ocasiones en que ganaron el premio oscar eran películas relacionadas con la dictadura militar.
Primero fue “LA HISTORIA OFICIAL” del año 1985, dirigida por Luis Puenzo y protagonizada por Hector Alterio y Norma Aleandro. Tema, imagínense: la protagonista sospecha que su hija adoptiva puede haber sido un bebé raptado durante la represión.
Y luego vino “EL SECRETO DE SUS OJOS” del 2009, dirigida por Juan José Campanella y protagonizada por Ricardo Darín y Soledad Villamil. Aquí el tema político es menos directo, pues es la historia de un asesinato, cruzándose por el medio los tiempos predictadura, dictadura y democracia, que condicionan la resolución de la historia e impiden que el criminal sea condenado y cumpla su pena.
La película del título está dirigida por Santiago Mitre, cuyos films no eran demasiado conocidos en España, aunque fue muy publicitada una gran producción de trama política llamada “LA CORDILLERA” de 2017, protagonizada igualmente por Ricardo Darín como la del título (siempre garantía de buena taquilla), aunque personalmente no me gustó nada, siendo más bien pretenciosa, aburrida y con historia fallida totalmente.
El guion de la del título es del mismo director, a la limón con otro director argentino tampoco demasiado conocido pero prestigioso, Mariano Llinás; juntos ya habían escrito el de la película de trama política citada de 2017.
Desde luego, hicieron una excelente labor de investigación y reconstrucción de hechos, especialmente a través del equipo de jóvenes ayudantes del equipo forense del Fiscal Strassera, todos voluntarios y sin retribución, volcados durante muchos meses en la investigación y obtención de documentos y testimonios. Aunque se tomaron algunas libertades “artísticas”, como por ejemplo que no es cierto que la madre del fiscal ayudante Moreno Ocampo (derechista y no crítica con la dictadura) escuchase por la radio el testimonio de una de las víctimas y llorase, porque el juicio no se trasmitió por la radio como se hace hoy día, solo había imágenes mudas del algunos minutos para los informativos de televisión y las crónicas para prensa e informativos, a excepción de la lectura del fallo (sí hubo un documental sobre todo el juicio que se pudo ver tras que finalizase el mismo); así como que tampoco aparecieron en los medios de comunicación fotos de los acusados de frente en el banquillo, pues no estaba permitido, solo salían de espaldas (es cierto que hay abundantes reportajes que hoy están en internet, pero en su momento no se publicaron).
Además del plantel estable de la fiscalía y la colaboración de María del Carmen Tucci y Mabel Colalongo, el equipo de jóvenes asistentes de Strassera lo integraron Judith König, Nicolás Corradini, Carlos Somigliana, Javier Scipioni, Sergio Delgado y Lucas Palacios. Justamente fue Palacios, el más grande del grupo con 27 años, quien trabajó sobre los casos de Mar del Plata que se utilizarían en las audiencias.
Sobre como se formó el equipo, entre el abundante material que podemos encontrar en internet, recomiendo un artículo de Daniel Santoro, publicado en el diario Clarín el 15 de octubre de 2020 titulado: “Verdad o ficción: como se creó el equipo de jóvenes del fiscal Strassera”.
La reconstrucción histórica es asimismo muy efectiva e incluso la elección de los actores con parecido a los personajes reales. El caso del ayudante del fiscal Moreno Ocampo, interpretado por Peter Lanzani es especialmente identitario, lo que no sucede con la elección de Ricardo Darín (imprescindible por otros motivos como hemos apuntado) a pesar de que se ha forzado su caracterización para asemejarlo al esforzado fiscal, pero sigue sin parecérsele. Por su aspecto, al fiscal adjunto lo llamaban los jóvenes colaboradores secretamente “el Oso” o “el osito” y bautizaron a Strassera como “el Loco”.
En la peli se hace una acertadísima selección de escenas y situaciones, ante la infinitud que podía uno encontrarse ya solo en el juicio donde declararon nada menos 833 testigos (largos meses con palabras que mucha gente no había querido creer: secuestro, picana, desaparición, fusilamiento, robo, fosas comunes, clandestinidad, vuelos de la muerte, robo de bebés...) y hubo múltiples anécdotas, como cuando los fiscales convencen a una de las Madres de la Plaza de Mayo para que se quite el pañuelo de la cabeza, solicitud de los abogados defensores y con la amenaza del Tribunal de su expulsión en otro caso. Pero también tiene su importancia todo el entorno y situaciones exteriores, de la propia vida del Fiscal o del equipo de ayudantes (como pueden ser las frecuentes amenazas telefónicas, siendo la telefonista la jovencísima Judith König, si bien históricamente hay duda de si ella misma decidió contestarlas diciendo que para eso había otro horario o si el equipo fue quien decidió, tras recibir las primeras, que se contestaría que el horario de amenazas era de 8 a 9; el propio Strassera bromeaba mucho con los atentados, para agobio de su equipo, pero esto no sale en la peli).
Insisto que resulta muy difícil no emocionarse en muchos momentos de la película, más el momento culminante llega en el momento del alegato final del Fiscal:
“Salvo que la conciencia moral de los argentinos haya descendido a niveles tribales, nadie puede admitir que el secuestro, la tortura o el asesinato constituyan “hechos políticos” o “contingencias de combate”. Ahora que el pueblo argentino ha recuperado el gobierno y el control de sus instituciones, yo asumo la responsabilidad de declarar en su nombre que el sadismo no es una ideología política ni una estrategia bélica, sino una perversión moral.”
“Señores jueces: quiero renunciar expresamente a toda pretensión de originalidad para cerrar esta requisitoria. Quiero utilizar una frase que no me pertenece, porque pertenece ya a todo el pueblo argentino. Señores jueces: nunca más.”
Esto es algo común a este tipo de películas judiciales, pero si pensamos en las relacionadas con crímenes de guerra, el elenco de film ya es más reducido y es que tampoco ha habido tantos procesos en la historia, siendo los más notorios los seguidos contra el régimen nazi, dando lugar a películas tan destacadas como “VENCEDORES O VENCIDOS” de 1961, dirigida por el siempre eficaz Stanley Kramer y protagonizada por Spencer Tracy, más un elenco de renombre (los juicios contra el régimen japonés tuvieron muchísima menos trascendencia informativa y más polémica silenciada). Por cierto, si eché en falta que nunca se mencionasen en la película (creo que tampoco sucedió en el profeso real) estos procesos como ejemplos supremos de defensa de los derechos humanos, a pesar de la falta de legislación represora específica.
Cosa distinta fue el resultado del juicio de 1985, pues solo hubo tres condenas en el juicio: cadena perpetua para Videla y Massera, 17 años para Viola, 8 años para Lambruischini, 4 años y 6 meses para Agosti y los otros 4 absueltos. A pesar de la decepción, Strassera le daba gran importancia al punto 30 del fallo que ordenaba abrir más procesos contra los mandos intermedios, pero es bien sabido que esto no continuó como era de esperar, en un afán político de evitar mayores riesgos (hubo la rebelión de los militares “carapintadas” y momentos de gran tensión).
Ahora bien, en paralelo a esto tenemos la propia vida e historia del Fiscal Straserra (el mismo creía que sus ascendentes eran alemanes pero al pasar por Italia añadieron la “a”, pero mejor no profundicemos en este tema dado el elevado número de nazis que allí se refugiaron y cambiaron de identidad…) con sus avatares y polémicas, que resulta algo muy atractivo.
Contamos para ello además con una reciente biografía (falleció en 2015) muy interesante de Matías Bauso, tanto por la famosa “grieta” relacionada con su historia profesional durante la dictadura y la denegación de “habeas corpus” a los detenidos (sobre lo que hay dos versiones, una que él tenía que atenerse a aplicar las leyes vigentes entonces y la otra que en un caso lo concedió pese a que le pidieron “desde arriba” que no lo hiciera y por ello fue quitado de en medio, pero ascendiéndolo a otro tribunal con menos funciones) o sus relaciones con los sucesivos regímenes políticos (con el Presidente Menem fue diplomático y luego dimitió cuando éste dictó las leyes de amnistía para los condenados en el juicio de la peli).
Por otro lado, como ya se ha apuntado, está el devenir histórico de la propia argentina y sus golpistas y criminales a sus órdenes, pues el juicio por una lado formaba parte de la estrategia del Presidente Alfonsín para recuperar la democracia “sin pasarse” respecto a la dictadura, con base en la teoría de los “dos demonios” (tan mala había sido la “subversión” como el golpismo), sosteniendo desde siempre la teoría de los tres niveles de responsabilidades: quienes dieron las órdenes, los que las cumplieron y los que se “excedieron”. O sea, la teoría que luego dio lugar a las injustas leyes de Punto final y de Obediencia Debida, rematado luego el proceso por su mayor crítico, el Presidente Menem, que aplicó el indulto a los golpistas condenados en nuestro juicio.
En fin, esto tiene desde luego pinta parecida, aunque mucho peor, respecto a lo que sucedió en la persecución de crímenes nazis, donde infinidad de mandos intermedios fueron absueltos o simplemente no perseguidos por la aplicación jurisprudencial de la teoría del “befehl is befehl”, o sea, órdenes son órdenes.
En todo caso, la estrategia del Presidente Alfonsín no fue fácil en momento alguno, pues los golpistas confiaban en que su jurisdicción militar no les juzgase o absolviese, siendo el Presidente quien tuvo que dictar un decreto por el cual quien decidiría finalmente la cuestión iba a ser un Tribunal Civil “ex novo”.
El Fiscal y el Presidente no se vieron mucho durante el proceso (en la película si aparece uno de sus encuentros), pero el primero relató que en una ocasión el segundo le recomendó, frente a todo lo que implicaba el juicio: “No se vuelva loco, doctor”. A lo que él contestó: “Demasiado tarde, señor presidente”.
Igual esto era inevitable.
Marzo 2023.
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