LA OPERA Y EL CINE (III).

 

WOODY ALLEN Y LA OPERA.


No creo en un más allá y realmente no veo qué importancia pueda tener que la gente me recuerde como un cineasta o como un pedófilo.

Sé que antes de filmar cualquier cosa hay que quitar la tapa de la lente de la cámara.

Lamento decirlo, pero no tengo lo que se requiere: oído, tono, ritmo, sentimiento.

Crecí experimentando una moderada sensación de ansiedad, igual que si te entierran vivo.


Woody Allen (Frases de autobiografía: “A propósito de nada”).


Como ya dije antes, toca hacer esto un poco más ligero y hablar de la relación con la ópera de uno de mis directores preferidos, Woody Allen. 

La verdad es que en la obra comentada en el capítulo segundo, hacen valiosos comentarios de tres o cuatro películas del pequeño genio de Brooklin y solo le citan de pasada, como uno de los directores de cine que ha dirigido un montaje operístico1 , sin dar más detalles. 


El libro también se hace eco del rumor de que Plácido Domingo albergó la esperanza de que George Lucas dirigiera la puesta en escena de la obra “El anillo del Nibelungo” de Wagner…, pero claro, como le ha ido últimamente a nuestra gran estrella, la cosa tiene poco futuro. O el rumor de que Almodóvar podría dirigir una ópera en el Teatro Real de Madrid.


1.- WOODY ALLEN DIRECTOR DE OPERA.


Pues bien, esto sucedió con la ópera corta “Gianni Schicchi” de Giacomo Puccini, lo cual fue otra de las originales ideas de nuestro gran cantante (ahora además director de orquesta y productor), Plácido Domingo, cuando era director de la Ópera de Los Ángeles en 2008, asumiendo además el rol protagonista de esa obra corta del gran compositor italiano (que formaba parte de una trilogía) y que se basa en un personaje secundario de “La Divina Comedia” de Dante Alighieri (en realidad es una “mínima anécdota” para los autores del libreto, según algunos críticos), referencia literaria muy del gusto de Allen, como demostró, por ejemplo, en otra de sus grandes comedias “DESMONTANDO A HARRY” de 1997.


Pues bien, la experiencia tuvo su éxito y en el año 2015 la representación pasó por el Teatro Real de Madrid, de nuevo interpretada por Plácido Domingo (Woody Allen no vino a España, pero el original montaje era el suyo y su nombre en el cartel atraía, como bien demostraron todos los medios hispanos). 


Desde luego, está claro que la iniciativa de Plácido Domingo tiene que ver con los modernos intentos (que se estudian en el referido libro) de popularizar la ópera, recurriendo a técnicas propias del mundo cinematográfico (la cultura de las star system por ejemplo) o usando la gran fama de cineastas para dar más visibilidad al mundo operístico. Ahora bien, en mi modesta opinión, como ya tengo dicho, lo tienen realmente difícil, no solo por el propio elitismo de la ópera (económico y cultural) sino por los propios costes de producción y los precios de las entradas, sin olvidar otro detalle importantísimo, como es que el cine y el teatro han encontrado o creado el sustituto natural de la lírica, como es el MUSICAL que, aparte de su concepción totalmente actual y a la moda, permite -por ejemplo- ser representado en directo  todos los días de la semana, algo prácticamente imposible con la ópera.

También es casualidad (o no) que el socorrido dicho “Dios los cría y ellos se juntan”, se hiciera tristemente realidad con ambas estrellas, Domingo y Allen, que luego sufrieron el acoso mediático y empresarial por las acusaciones contra ambos (en el caso de Plácido por acoso a varias mujeres; en el caso del neoyorkino más grave aún por supuesto abuso infantil), quedándoles siempre la mancha y rechazo de gran parte de la industria (no solo las productoras, siendo un caso extremo el de Allen en USA, donde incluso sus propios actores le han rechazado…).


2.- SU POLEMICA E INTERESADA AUTOBIOGRAFIA.


Cuesta recuperarse de algo así pese a que no haya habido condena judicial alguna. Al menos para Woody Allen, en Europa no se les ha marginado y el genial director ha podido seguir rodando gracias a nuestras productoras. Ahora bien, eso duele y te llega a obsesionar y buena muestra de ello son las recientes memorias del neoyorkino “A propósito de nada” que, la verdad, parecen muy decepcionantes por cuanto dedica muchísimas páginas a su conflicto con Mia Farrow y las acusaciones de uno de sus hijos, con evidente fin de desagravio, pero el resto es bastante flojo pues hay poco interesante salvo las esperadas frases geniales (de esas que se dice tiene guardadas en cajones, junto a montones de ideas para nuevas películas), muy en el estilo de sus películas y los libros de hace muchos años. Yo recomiendo, pues los disfruté enormemente en su día, los dos más famosos: “Como acabar de una vez por todas con la cultura” de 1971 (colección de relatos que en USA se titula “Getting Even”) y “Sin plumas” de 1975 (que en USA se titula “Without Feathers”). Pero en las memorias, que pena, solo hay una serie de recuerdos demasiado escuetos y sin chispa, o sea, que primó más la defensa de su persona y, como no, la recaudación por la venta ante la polémica que se esperaba.


Sin embargo, quien le iba a decir a nuestro menudo genio (seguro que no se ha enterado), que un excepcional defensor lo tiene en España en la figura del intelectual, crítico, escritor, periodista, contertulio, conferenciante, etc., que es asturiano para mayor gloria, Edu Galán, con su excepcional libro “El síndrome Woody Allen”, cuyo subtítulo es “Por qué Woody Allen ha pasado de ser de inocente a culpable en diez años”, que ya lo dice todo, pues un señor que salvó sus problemas judiciales, sin condena alguna, hacía tanto tiempo, por arte de birlibirloque del “mee too”,  pasa a ser un apestado y presunto culpable en los medios y en los mundillos de lo “políticamente correcto” de una USA falsamente puritana y maniqueísta. Nuestro paisano Galán es una figura singular, defensora no solo de la libertad de pensamiento, sino de las tendencia crítica por encima de todo, sin límites ni apriorismos (es uno de los fundadores de la original revista Mongolia, ácida y abierta donde las haya) y es una gozada oírle razonar (como por ejemplo podemos hacer en You Tube con una entrevista de 45 minutos presentando su libro en el Espacio Telefónica de Madrid), mostrando un certero rechazo a las píldoras que quieren que nos traguemos, evitando que nuestro cerebro funcione por sí mismo, libremente y con plena o la mayor información.


3.- LA OPERA EN EL CINE DE WOODY ALLEN.


Pues bien, centrándonos en el bagaje operístico del cine de Woody Allen, lo que está claro es que el tema le interesa y lo usa en ocasiones, pero como trasfondo musical prefiere sin duda el del jazz (no en vano él toca el clarinete en un cuarteto neoyorkino) como inició de modo espléndido en su maravillosa cinta “MANHATTAN” de 1979, deslumbrándonos ya de salida con la famosa sinfonía del gran compositor George Gershwing “Rhapsody in Blue”2. Pero la amplísima cultura del genio se mueve por ámbitos variadísimos aparte del cine, como literatura, pintura, música clásica, teatro, jazz, siquiatría, ópera…, incluyendo incluso el ajedrez que vemos en muchas de sus películas, así como su afición al tenis. Lo que es realmente un misterio sin resolver es si se ha interesado por todos esos mundos con o sin una gran profundización, pues el mismo nos cuenta que no leyó en serio hasta edad tardía; lo que es indudable es que se ha visto infinidad de películas, incluyendo las clásicas y sesudas como las de su adorado director sueco Bergman. En todo caso, todo eso rebulle en su cabeza y sabe usarlo con comicidad, elegancia y originalidad, lo cual es un mérito superlativo sin duda alguna. Seguramente por eso le consideramos un genio.


Wikipedia: Composición creada por Gershwin para piano solo y banda de jazz, escrita en 1924, en la que se combinan elementos de música clásica con efectos de influencia jazzística. La obra se estrenó el 12 de febrero de 1924  en un concierto titulado “Un experimento en música moderna”  dirigido por Paul Whiteman y su banda, con Gershwin al piano. En el título, la palabra “blue” se refiere tanto al estilo musical blues (canción de este típico género musical estadounidense) como al estado de ánimo blue, que significa en inglés “triste, melancólico”. La versión para piano y orquesta sinfónica, arreglada por Ferde Grofé en 1946, se ha convertido en una de las obras más populares de la música clásica de los Estados Unidos.


Y, en efecto, podemos encontrarnos con referencias operísticas en sus películas (sería lo que se conoce usar la ópera como excusa o adorno, lo que parece evidente dado que en su autobiografía ya mencionada no se mencionada la ópera ni una sola vez), como se destaca en el mencionado libro “Ópera en pantalla”, pero en solo tres ocasiones:


Primera, en una de sus obras, quizás la mejor, de la primera etapa, más zafia y basada en acumulación de gags y situaciones simpáticas no exentas de gran ironía: “LA ULTIMA NOCHE DE BORIS GRUSHENKO” (en USA “LOVE AND DEATH”) de 1975 donde se usa la obertura de la mítica ópera (supuestamente masónica) de Mozart, “La Flauta Mágica”, con una escena jocosa y un tanto ridícula de flirteo en unos palcos de la ópera precisamente (escena que sorprendente en su similitud con la película de 1974 del mismo título que la ópera mencionada, de su adorado director sueco Ingmar Bergman, aunque se dice que parece imposible que Allen la hubiese visto dada la fecha de su estreno en USA, pero en todo caso parece que una sátira tan calcada sería poco probable que el neoyorkino la hiciese respecto a su idolatrado sueco, aunque todo es posible…).



Segunda, en otra de las más famosas y geniales cintas del director de 1986, “HANNAH Y SUS HERMANAS” (la mejor sin duda de la etapa Mia Farrow en la que protagonizó todas las cintas del director), con la referencia al considerado el compositor más ligado a la gran manzana Giacomo Puccini (allí se estrenaron varios de sus éxitos, entre ellos precisamente “Il trittico”, del que forma parte la ópera corta que dirigió Allen ya antes citada), de modo que se usan dos de sus obras más emblemáticas, como “Manon Lescaut” y la celebérrima “Madame Butterfly” para adornar o enfatizar las relaciones de uno de los protagonistas con dos de las hermanas de la trama, siempre dentro de esos marcos incomparables que New York ofrece y que tantas veces nos ha brindado el director con maestría.



Y la tercera sería otra de sus grandes obras maestras, “MATCH POINT” de 2005, donde los autores destacan, entre otras cosas, el uso de viejas cintas grabadas por Enrico Caruso (considerado el mejor tenor de la historia). Pero esta cinta es la que yo diría que es la única completamente operística del director y por eso habrá que hablar de ella mucho más extensamente luego.



Nada más tenemos en el meritado libro, con lo cual es fácil reseñar que se queda corto, algo inevitable.


En efecto, podía haberse hablado, por ejemplo, de la peli de 1992 “MARIDOS Y MUJERES” donde la ópera es indicador de clase social.



Así como de los personajes y trama de “A ROMA CON AMOR” de 2012 (en el ciclo de itinerancia por capitales europeas que así le financiaban las pelis), donde precisamente el personaje interpretado por Allen es un director de escena de ópera en crisis, pero con ideas tan originales que se jacta de haber ideado una “Tosca” en una cabina telefónica o haber disfrazado de ratas a los personajes de “Rigoletto” (lo cual no deja de tener una base real, pues ya sucedió en el montaje de una ópera de Wagner); o, para mayor inri, tener a un tenor (cuyo actor lo es de verdad, Fabio Amiliato) bloqueado pues solo puede cantar debajo de la ducha y así el director de escena debe ingeniárselas para conseguirlo en el escenario con un montaje mondante. Sin embargo, la banda sonora no incluye temas operísticos, sino canciones romanas.



Los ejemplos, en todo caso, son escasos en Allen, así en uno de sus últimos grandes éxitos (itinerantes), “MIDNIGHT IN PARIS” de 2011, dentro de la seleccionadísima banda sonora con canciones del estilo de las dos épocas de la película, habituales en París, hay dos pequeñas referencias operísticas: Una adaptación de la famosa “Barcarola” de la ópera “Los cuentos de Hoffman” del compositor Offenbach. Y el famoso Can-can del mismo compositor procedente de su ópera “Orfeo en los infiernos” que se ve nada menos que en el mítico Moulin Rouge.



Otra anécdota de menor recorrido sería la famosa frase que Allen suelta en la buena cinta “MISTERIOSO ASESINATO EN MANHATTAN” de 1993: “Cuando escucho mucho rato a Wagner, me entran ganas de invadir Polonia”. Había leído que esa frase era de la cinta “DELITOS Y FALTAS” de 1989, pero no es así, aunque en esta cinta hay alguna otra inolvidable como: “Le quiero como un hermano, como Caín a Abel”. “Tener suerte a veces es el mejor plan”. O “Ten cuidado con ese tipo, te dice que quiere intercambiar ideas, pero en realidad quiere intercambia fluidos”. 




4.- “MATCH POINT” ¿UNA OBRA OPERÍSTICA?



Aquí estamos ante algo especial, porque no es que esta película llegue a ser una obra alrededor de una ópera (como la ya citada “CITA CON VENUS”)  o de varias (como la impagable “UNA NOCHE EN LA ÓPERA” de los Hermanos Marx sobre la que volveremos más adelante), sino que la ópera forma parte esencial del argumento, de los personajes, de la trama y de la música, invadiendo la totalidad del film.


Realmente Allen se sale en esta película y eso que inicialmente iba a ser rodada en Manhattan, pero por problemas de financiación tuvo que irse a Londres y cambiar el guion a toda prisa, lo que le valió curiosamente, críticas buenísimas en USA y bastantes reproches en Inglaterra por supuestos errores respecto a la ciudad, costumbres e incluso las formas de expresarse allí.  No fue el único cambio, hubo más, como por ejemplo la contratación a última hora de Scarlett Johansson (que hace un papel excelente) y reescribir su personaje para que fuese estadounidense. En todo caso, son dos horas donde uno se queda pegado a la butaca con disfrute y admiración, dándonos cuenta al final de a dónde nos ha llevado el pequeño genio, desde la primera escena en la que la pelota de tenis acaba rebotando en la cinta de la red y por un instante se debate hacia que lado caerá, o sea, la fatalidad del destino decidida por una casualidad.


Los personajes están dibujados e interpretados admirablemente bien, al servicio de una trama creada magistralmente, pero todo ello pivota sobre dos elementos que yo diría son muy originales en el director y guionista: 




Por un lado, el libro de Dostoyevski, “Crimen y castigo” en manos del protagonista Chris Wilton (al final arribista y criminal que pechará con el cargo en su conciencia, no frente a la justicia, con lo cual hay un evidente alejamiento del libro ruso), interpretado por el poco conocido entonces Jonathan Rhys-Meyers que realmente no ha aprovechado como se esperaba la gran oportunidad que representó esta película para él, que casualmente es un extenista profesional que tiene afición a las lecturas serias y ¡a la ópera! Precisamente los temas de moralidad y avaricia, así como los papeles de la lujuria, el dinero, azar, destino y suerte en la vida, hacen que haya grandes paralelismos entre esta película y la ya citada de 1989 “DELITOS Y FALTAS”, o sea que es como una vuelta a un sitio común del pasado, pero desde una perspectiva mucho más original y moderna.


El gran crítico Roger Ebert plantea unas claves muy interesantes acerca de la película: “¿Hasta qué punto estamos preparados para dejar de lado nuestros reparos morales para complacernos en la codicia y el egoísmo? Wilton se enfrenta a una elección entre la codicia y la lujuria, pero su dulce esposa, Chloe, no tiene reparos en que su padre esencialmente ‘compre’ a su esposo para ella”.


Y, por otro lado, que la ópera esta por todas partes, ya desde su inicio con las viejas grabaciones de Caruso en los títulos de crédito (todas anteriores a la Primera Guerra Mundial) donde destaca por ser repetitivamente usada “Una furtiva lágrima” de “El elixir de amor” de Donizetti. Más varias escenas viendo una representación en la Royal Opera House (creo que siempre “La Traviatta” de la que acaba quedando en el montaje una escena suelta aislada y sin sentido dentro de la narración). Y llegando al punto culminante del film con la escena del crimen en la que podemos escuchar precisamente un largo fragmento del “Otello” de Verdi (el duo entre Otello e Iago de su Acto II). 



De esta forma, tenemos arias y extractos de muchas obras de Verdi (“Macbeth”, “La Traviatta”, “Il trovadore” y “Rigoletto”), más la ya citada de Donizetti, además “Los pescadores de perlas” de George Bizet  e incluso algo más raro como “Salvator Rosa” del brasileño Carlos Gomes (el primer iberoamericano en ser aceptado  en el mundo operístico europeo).


En todo caso, es evidente que Allen no respeta las convenciones tradicionales de acompañamiento cinematográfico, pues los eventos de las partituras no coinciden con la historia que se desarrolla en la pantalla, pero la ópera es una parte esencial de esta película, de cómo fue concebida y creada, sin duda alguna.


El cine, como no podía ser de otra forma en Allen como reflejan muchas de sus películas, aparece ligado a los gustos del personaje interpretado por Scarlett Johansson de bajo nivel social y simple aspirante a actriz (o sea, casi como el protagonista, en evidente contraposición con la familia elitista y rica con la que el extenista logra emparentar) y para suerte del director, aprovecha para insertar una escena en un escenario real donde van a ver la película “DIARIOS DE MOTOCICLETA” de 2004, que nada nada menos que un revelador viaje en motocicleta por Sudamérica del ”Che” Guevara con su amigo Alberto Granado.



Pero el director no se olvida del Musical, tan famoso en Londres, que le gusta mucho a la rica novia/esposa del extenista, aprovechando la representación en la capital británica de un famoso musical que yo creo no vino a España, “Woman in White”, del famoso compositor Andrew Lloyd Webber siendo el letrista David Zippel, el cual adapta una genial y famosísima novela del mismo nombre (“La Dama de blanco” en España) escrita por Wilkie Collins, del que no puedo dejar de citar una cumbre de la literatura como es “La Piedra Lunar”, alabada entre muchos por Arthur Conan Doyle y Jorge Luis Borges.



El éxito de la película fue estruendoso (crítica y público fueron unánimes, siendo recomendada incluso para quienes no eran fans del director) y de las de mayor recaudación del neoyorquino, que incluso recibió una nominación al oscar por su guion, aunque no logró el premio.


JUNIO 2021.


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