LOS VIEJOS CINES DE GIJÓN (I)
EL CINE BRISAMAR (de arte y ensayo).
Se inauguraba en Gijón una sala de arte y ensayo, el cine Brisamar, en Cimadevilla, en la calle del Castro Romano. El cine de “arte y ensayo” se entendía como cine minoritario, a veces en versión original. Hay que aclarar que el cine Brisamar se inauguraba como cine de arte y ensayo, pero como cine convencional ya funcionaba (incluso con sesiones infantiles a las 3.30 de la tarde) desde tres años antes, desde julio de 1965. Cerró sus puertas, como cine comercial, en junio de 1981.
Luis Miguel Piñera. “Hace 50 años”.
La Nueva España: 4-5-2018.
Estos tiempos de encierro hacen que se tienda a la añoranza y que mayor nostalgia para un cinéfilo (sin poder ir a su afición favorita) que pensar en los viejos cines de Gijón que han ido desapareciendo, para ser sustituidos por salas múltiples y, para colmo, que solo quedan unas actualmente (se esperaba la reapertura de otras, no sabemos qué pasará ahora con la crisis en que estamos y estaremos).
No trataré ahora de contar la historia de las salas en Gijón, para eso ya hay quien lo ha estudiado (a mí me gustaría que fuese todavía más ampliamente) e incluso en internet podemos encontrar información; solo trataré de vivificar mis recuerdos y, en un juego mental que todas las amables personas lectoras pueden imitar, intentar acordarme de la última o destacada película que vi en cada cine.
No están todos los cines históricos de Gijón, solo los de mi época (a partir de 1970; aunque la fecha no es exacta, creo puede coincidir con mi madurez cinéfila, pues iba a ver películas para mayores usando un truco que me dijo mi madre, que era preguntar antes a los porteros si me dejarían pasar -siempre era una sesión tranquila de la tarde- y ¡funcionaba!) y los que visité, pues algunos no los he pisado nunca como el del NATAHOYO o el RIVERO (La Calzada).
Veamos la cartelera de Gijón del 26 de agosto de 1968, curiosamente no figura el Cine Roma.
Pero lo obligado es empezar por el más mítico de nuestros cines, al menos para mi generación, pues marcó el cambio de nuestra sociedad en plena dictadura y fue vía para un aperturismo ansiado por todos.
CINE BRISAMAR.
No fue el más importante, pero como he dicho, sí el más icónico para los universitarios dado que era de la categoría de “arte y ensayo”, pudiendo verse películas antes prohibidas, algunas muy atrevidas para nuestra mojigatería (”LA NARANJA MECÁNICA”, de Stanley Kubrick, adaptando una novela de Anthony Burgess, prolífico y polifacético escritor y compositor, posiblemente sobrevalorado en su día), otras verdaderamente incomprensibles (de Buñuel “LA VÍA LACTEA” o de Pasolini “PORCILE”, sin ir más lejos) aunque luego salías diciendo que te “habías enterado del mensaje” y demás simplemente un peñazo intragable (recuerdo una sobre los caballeros templarios abominable…, pero soy incapaz de encontrar su título, que yo olvidé).
¿La última película que vi? Me gustaría decir una clave en mi periplo cinéfilo (de ella trata mi primera participación en un libro de la colección “Cine y Derecho”), “EL PORTERO DE NOCHE” de Liliana Cavani, pero es de 1974 y aunque estuvo prohibida años no fueron tantos; así que creo que fue otra de las reseñables de la directora italiana, “LA PIEL” de 1981, adaptación impactante de la cruda (lamentablemente cierta) novela de Curzio Malaparte.
Desde luego, me hubiera gustado decir que lo último que vi fue “EL DESENCANTO” de Jaime Chávarri (las locuras de la familia Panero, nunca mejor dicho), una de esas películas que te dejan marcado para siempre por su originalidad y profundidad, típico producto para el etiquetado “cine de arte y ensayo”, pero no, pues es de 1975.
Para refrescar mi ajada memoria recurrí al periodista y gran historiador gijonés Luis Miguel Piñera y me ayudó muchísimo, por lo que le estoy muy agradecido. Así puedo aclarar a las personas lectoras datos importantes sobre la inauguración, el inicio como cine especializado, el cierre y la última película proyectada.
Como ya se puede ver cerró el domingo 3 de mayo de 1981 con “LA LEYENDA DE LA CIUDAD SIN NOMBRE”. Decían por vacaciones, pero no abrió más.
Estaba en Cimadevilla, calle Castro Romano. Un mural en cerámica (homenaje a los hermanos Lumière), que está casi oculto en la entrada de un garaje recuerda dónde estaba (los nostálgicos, entre los que me encuentro, iremos allí en peregrinación cuando nos dejen salir de casa, para luego echar una mirada al mar desde el nuevo parque marítimo cercano, con vistas maravillosa).
El querido amigo ya citado Luis Miguel Piñera (que suerte que tengamos personas como él para avivar y preservar los recuerdos de la ciudad) nos comenta otras anécdotas interesantes y divertidas:
“Respecto al Brisamar, no sé.
Por ejemplo, que la costumbre era (en días laborables) ir a (librería) Paradiso a comprar u ojear libros (ya sabes que estaba al lado) y luego al cine. En el Brisamar siempre había gente con libros que acababan de comprar en Paradiso.
Los sábados que íbamos al Brisamar, primero picar algo en Cimavilla o sidra en la cuesta del Cholo y luego al cine. Ya sabes, muchas veces tostones infumables pero que “había que ver”. Yo era socio del Cine Club Fórum y tragaba de todo, bueno y malo.
Me acuerdo de una cosa que pasó un día. No sé si te acuerdas que se entraba en el Brisamar pero para poder ir a la otra parte del cine había que pasar delante de la pantalla si no querías molestar a medio cine. No había pasillo central. Pues uno de los anuncios que se ponía siempre antes de las películas era el de la librería Musidora que estaba en Merced al lado del Arango. Un día vemos que pasa por el pasillo al lado de la pantalla (era la cosa muy visible, todo el mundo sentado con la luz todavía encendida veía quien pasaba) Santiago Sueiras, el dueño de Musidora, y coincidió su pase delante de toda la gente con la aparición del anuncio de su librería en la pantalla. Y fue muy celebrada esa coincidencia.”
Yo no estaba allí, pero diría (porque Luis Miguel es muy correcto) imaginaros el cachondeo (en plan bien, por supuesto, ya que aquí somos así…).
Gijón, abril 2020.
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