TARANTINO DESENCADENADO


Tarantino es, sin duda, un director desigual, recuerda en cierta medida a Tim Burton, por la persistencia de sus obsesiones y su indudable devoción por el cine de serie B que Burton enfoca hacia el cine fantástico y de terror y Quentin al de acción y gánsteres. Con tales mimbres han construido un mundo propio, inconfundible, pero en extremo oscilante. Burton toca la gloria con películas como “EDUARDO MANOSTIJERAS”, “ED WOOD” O “PESADILLA ANTES DE NAVIDAD” (que es obra suya) y logra construir divertidas parodias como “MARS ATTACK”, aunque  también nos lleva al abatimiento y el hastío en el planeta de los simios y Alicia. 

Tarantino en sus momentos sublimes es indudablemente superior a aquel, hasta  alcanzar la excelencia en “PULP FICTION”, “RESERVOIR DOGS” o “ÉRASE UNA VEZ EN…HOLLYWOOD”, si bien en otras obras, la presencia de fugaces retazos de genio no esconde la mediocridad del conjunto. Cuenta la leyenda que a Borges le preguntaron por CIEN AÑOS DE SOLEDAD y respondió que con ochenta hubiese sido bastante. Esta crítica es ciertamente injusta para la novela de García Márquez, pero podemos extrapolarla a películas como las sucesivas “KILL BILL”,  que no necesitarían más de  media o un cuarto de parte. Y qué decir de ”JACKIE BROWN”.


Como toda lista es personal y subjetiva, entre las grandes películas de este soberbio director  de cine,  para mí se halla  “DJANGO DESENCADENADO”





Es un homenaje explícito al cine del oeste de bajo presupuesto, no precisamente el de John Ford o Howard Hawks. De hecho, tiene un pequeño papel en ella  Franco Nero y la primera impresión visual , con el sonido de fondo de la canción sobre  Django, al tiempo que la pantalla  nos muestra  una abrupta  sierra de colinas peladas,  nos  trae el  inevitable recuerdo  de Almería y el cine de Sergio Leone. Después de tales imágenes, rápidamente nos arroja la película al eje de la narración. Ocurre ésta en el año 1858 , en un lugar de  Texas.  Unos esclavos fugitivos capturados, caminan atados,  con la espaldas llena de latigazos y sin refugio ante   los rigores del clima tejano (de gélidas noches y días de fuego), conducidos por dos  crueles tratantes de carne humana. De improviso aparece un  carromato de un sacamuelas (un enorme diente en su techo así lo evidencia). Es un extranjero, el  Doctor Schultz (Christoph Waltz), sin duda el personaje más complejo de esta historia. Schultz habla un inglés tan shakesperiano que ninguno de los incultos tratantes entiende, y pregunta por uno de los esclavos perteneciente a una plantación cuya población era aterrorizada  por tres hermanos, capataces, a los que podría aquel  identificar. Ese esclavo resulta ser Django (Jamie Foxx). Intenta adquirirlo por las buenas, pero  la venta,  sin ninguna razón objetiva, es rechazada por el jefe de la cuadrilla , que amenaza con su arma a Schultz, sin duda confiado en que no hay nada que temer de él, debido a sus   amables maneras e inofensivo aspecto. Pero el doctor es un asesino letal, al verse amenazado, dispara al jefe y hiere a su socio, que queda atrapado bajo   su caballo, acto seguido libera a Django y ofrece al resto  de fugitivos dos opciones:  bien  esperar a que llegue ayuda, bien matar a  su amo vivo y darse a la fuga, naturalmente todos prefieren la  última vía. Schultz regala uno de los caballos a Django y ambos cabalgan hasta a un embarrado poblacho, donde la presencia de los forasteros es mirada con sorpresa por perplejos comerciantes, amas de casa  e incluso por una corista del saloon  a quien vemos  asomada a la ventana . Nunca habían visto un hombre negro a caballo. Aparentemente confiados, entran nuestro doctor y Django en el bar, y ahí se topan  con  el dueño, quien rehúsa servir a un hombre negro, les insulta y les insta a marcharse y al negarse a ello,  amable pero firmemente Schultz, sale el propietario a pedir auxilio al sheriff. Llame al sheriff y no al Marshall,  le dice el alemán. Cuando acude éste al lugar de los hechos, tranquiliza a la población arremolinada para ver el espectáculo y apunta con su rifle al doctor y a  su acompañante para que abandonen el local. Manso y obediente Schultz accede a salir  pero  de improviso, dispara y mata al sheriff a sangre fría. Ahora puede llamar al Marshall, indica al asustado propietario del bar, mientras el resto de la población huye despavorida; el doctor  se refugia nuevamente en el saloon y hasta allí acude el Marshall que rodea con sus hombres armados  el edificio. Cuando parece todo perdido, el doctor dice  al comisario  que  está dispuesto a salir si promete no dispararles; lo hace una vez obtenidas las garantías requeridas, pide permiso para hablar y explicar su conducta y cuenta a los presentes que el supuesto  sheriff es en realidad,  un forajido, que está en busca y captura según una orden federal expedida por un juez del Estado, la cual tiene en su poder, hallándose autorizado para su captura vivo o muerto. Ítem más, hay una recompensa de 200 dólares que le adeuda, desde ese instante, el marshall.  El doctor alemán en realidad, es un cazarrecompensas y como los buscados lo son  vivos o muertos,  en una dialéctica hegeliana eminentemente pragmática, prefiere la segunda forma de captura. Con 200 dólares en el bolsillo,  organizan después  la expedición postergada,  para buscar a los hermanos Britelle (que azotaron y marcaron a Django y a su esposa Brunilda), prometiéndole Shcultz a Dijango, a cambio de su colaboración,  la libertad y 75 dólares. El doctor no obstante  se interesa por los planes de Django, quien  está obsesionado por  rescatar a su mujer, fugada con él y vendida a otro amo. Ella tuvo dueños alemanes (de ahí su nombre)  y habla este idioma, por  lo que la  historia de su vida y sus circunstancias   interesan particularmente a Schultz. Pero lo primero es lo primero,  han de encontrar a los tres malvados y , para tal fin, Django asume el papel de valet del doctor , como un hombre libre  pero a su servicio (símbolo de status de la mayor parte de los afroamericanos tras la liberación) y le acompaña  a caballo  y vestido con un llamativo traje de seda azul. Acuden de esta guisa a la plantación, tratan con su dueño, a quien repugna ver a un negro estrafalario montado a caballo  (dado que  el caballo es  uno de los emblemas  del poder y de la posición social blanca,  en aquel tiempo y lugar). Nuestro entrañable doctor simula tratar de comprar una de sus  esclavas por 5000 dólares y ablanda así las reticencias  Big Daddy (el amo),  que accede a   que entre Schultz como invitado a su mansión. El alemán  propone a Big daddy que a Django lo acompañe una de la esclavas, para dar un paseo por la plantación  mientras se negocia. En este punto, el guión elabora un diálogo de alto contenido crítico y social, pues Schulltz recuerda a Big  que su valet es un hombre libre y - siempre dentro de un orden- ha de ser tratado como tal. Su interlocutor comenta a la  esclava  acompañante que no debe tratar a Django como un esclavo. “¿Tengo entonces que tratarlo como un blanco?”  dice ella muy sorprendida. No, responde su amo,  debes hacerlo como tratarías a…. y se acuerda de un palurdo y excéntrico  blanco que, de vez en cuando, deambula por  plantación, es decir como a alguien inferior en la escala social (pobre) y también en la intelectual, a los hacendados, aunque pertenezca también a la raza  caucásica. El paseo de Django da resultados; con la ayuda de la chica  localiza a dos de los hermanos, que en su línea habitual de conducta,  se divierten maltratando a una mujer. Django  recuerda lo que hicieron a su esposa, y los mata en presencia de la estupefacta  población de color. Entonces el doctor  acude a ver lo ocurrido y para incrementar  el  susto de los esclavos, apunta,  dispara  con su rifle y abate al tercer capataz, que  trabajaba, ignorante de los sucedido, en los campos de algodón. Nuevamente Schultz está en peligro. Acude con sus hombres armados,  el dueño de la finca, pero el doctor  le enseña la orden de busca y captura. Vuelve a salirse con  la suya, depositando los tres cadáveres en el puesto del sheriff más próximo. No acaba, sin embargo,  aquí  la cosa. Big daddy ha sido humillado en su casa por un forastero y un negro. Reúne a sus vecinos y forman una hueste del KKK ( creado  en realidad años después, en 1865 tras la guerra civil, primer fallo del guión), para vengarse y matar al africano asesino. Tarantino se ríe de esta caterva  y hace que no paren  de discutir por la precisión con la que se hicieron los agujeros en las capuchas que permiten ver a los jinetes. Jadeantes, acuden  al lugar donde supuestamente están acampados nuestros héroes pero hallan vacío el carromato. Es una trampa y los cazarrecompensas los tirotean a placer, matando a Big daddy. Unos cartuchos de dinamita, adosados a la carreta explotan y provocan una matanza aún mayor, hecho sorprendente dado que nos hallamos en 1858 y dicho explosivo se descubrió en 1866 (segundo fallo del guión), pero no importa:  más se miente en Twitter.

Refugiados Django y Schultz en la sierra, el doctor, que conoce las peripecias de Django al huir con su esposa  y el deseo de rescatarla de una plantación de Mississipi donde han descubierto que fue vendida, le cuenta la leyenda de  Brunilda y Sigfrido, de la que viene el nombre de su amada, y promete ayudarle si se asocia con él. “¿Te gusta el trabajo de cazarrecompensas?”, pregunta, a lo que responde Django: “¿ matar blancos y que te paguen por ello? ¿y a quién  no?”. Pactan un contrato societario y en una bellísima escena, cabalgan a través de las montañas nevadas  del medio oeste, al tiempo que suena esa  maravilla de Jim Croce  que es  i got a name (tengo un nombre) muy apropiada para señalar a quien pasa de esclavo a socio. 

No todo es de color de rosa. Para completar el aprendizaje de Django,  el teutón le obliga a disparar y matar a otro  forajido, convertido en inocente granjero, mientras  labra la tierra ayudado por su hijo, que ve como asesinan a su padre. Pasan tras estas lides el invierno  en la sierra y en primavera van a Mississipi a visitar a Candie (Di caprio), en cuya mansión malvive la amada de Django. Candie es un hombre polifacético, no es sólo un industrial algodonero, también regenta un club y organiza luchas a muerte de mandingos. El plan consiste en hacerle una irrechazable oferta, de 12.000 dólares, por su mejor luchador para que, -aprovechando que el río Mississipi baña el estado del mismo nombre-  acceda como quien no quiere la cosa,  a una pretensión aparentemente subsidiaria y de poco valor: la venta de Brunilda (Kerry Washington).  Con esta idea aparecen en el  Club Cleopatra, en cuyo seno , pese a hallarnos en  el Misisipi de aquellos tiempos, Di Caprio y otros caballeros comen en el restaurante acompañados por cocottes afroamericanas. Una vez ambientados en el local,  presencian una lucha a muerte entre mandingos y Django asume el papel de negrero de negros  (así se define), una especie de  cazatalentos que asesora a Schultz en la compra de buenos luchadores. Gracias a tal estrategia son invitados a la plantación de Candie, donde  antes de llegar ven la  dantesca muerte de  un  luchador fugitivo,  despedazado por  los perros de los capataces. Llegados a la casa grande (así se llaman todas las que vemos en las distintas plantaciones, vivo ejemplo del proverbial ingenio sureño),  Di Caprio nos presenta a su enigmática hermana y a su mayordomo Stephen (Samuel L. Jackson) , nombre muy apropiado para su cargo , pues nos recuerda al Stevens británico de “LO QUE QUEDA DEL DÍA”. Stephen es un  auténtico negro negrero; gobierna férreamente a los esclavos y tiene una relación casi de igual a igual con el amo. Cuando descubre el papel de Dyango, cita a Candy en la biblioteca y espera a su señor sentado en el sofá tomando una copa, sin levantarse siquiera en su presencia. Son, en realidad,  dos colegas. 

La trama llega a su desenlace. El alemán hace una oferta de 12.000 dólares por un supuesto Hércules-Mandingo para conseguir la venta de Brunilda, a la que previamente había conocido y   llevado a su habitación con permiso del dueño,  bajo la apariencia de tener un affaire con la esclava, ejemplo   típico de la proverbial hospitalidad de los Caballeros del Sur, y esta cita sirve en realidad para que se reúnan de nuevo los esposos. Sin embargo, los enamorados no contaban con Stephen, que desde primer momento sospecha  una trampa y confirma su idea cuando descubre que Django y su heroína ya se conocían, lo que cuenta al amo en la reunión bibliotecaria antes citada. Desenmascarados nuestros audaces rescatadores, la única salida ( tras  humillar Di Caprio en el comedor  a Brunilda para que muestre en público sus cicatrices) es la forzosas compra de  la misma al precio de 12.000 dólares, que oferta Candie a Schultz  bajo la amenaza de sus guardaespaldas. Aceptada la oferta (diríamos que es una oferta que no se puede rechazar) se firma  el contrato en un cómodo salón mientras una virtuosa  ataca al arpa con Para Elisa;  todo muy civilizado . Es en ese instante cuando se produce la caída del   caballo de Schultz, barruntada en sus conversaciones con Django. El alemán no puede olvidar la saña y la crueldad con que los caballeros -vendedores- tratan a sus esclavos, el despedazamiento de los miembros del fugitivo, las luchas a muerte y  la brutalidad  del tráfico de carne humana al que sin ningún remordimiento se dedica la otra parte contratante;  súbitamente sale de su ensimismamiento e interpela   a la arpista para  que deje de tocar a Beethoven, un apóstol de la libertad cuya figura se ve mancillada en ese escenario Recuerda a Candie el color de la piel de Dumas,  pues algunos de sus libros duermen en la lujosa biblioteca. Se niega a dar la mano a Di Caprio para cerrar el trato ya escrito  y al exigirle éste un apretón de manos como es costumbre, le mata de un disparo para morir, a su vez,  atravesado a balazos por el  principal guardaespaldas de Candie. Muerto su amigo, se enfrenta Django  contra  todos los presentes  y los que acuden al oír los disparos, y  milagrosamente sobrevive a los sucesivos tiroteos, en un escenario de violencia creciente ,más parecida sin embargo  a las  películas de Rambo  que alas de  Peckimpah,  hasta que al final  se rinde cuando capturan a su chica. Antes de ser torturado, la hermana  de Candie  idea un destino peor para el pistolero. Ir a trabajar a las minas hasta su total consunción. Como al principio de la película, le vemos conducido una vez más al infierno. Cuenta a sus nuevos guardianes (uno de ellos Tarantino)  que en la plantación esperan 11.000 dólares para  quien atrape a una banda de forajidos que allí trabajan, en busca y captura conforme a la orden que obra en su poder. Al leerla, los guardianes creen su historia ,se asocian con él  lo liberan y le dan hasta un arma. Craso error. Django acaba con  todos, vuelve a la finca, ataca por sorpresa y mata, mientras se bañaban (imposible, otra mentira del guión), a los capataces supervivientes de la anterior masacre y logra  rescatar a Brunilda

Culminados tales trabajos de Hércules, espera en la Casa  Grande a los familiares y deudos de Candie (entre los que se encuentran las cocotttes), que regresan de dar su último adiós al finado  y allí, tras indicar a  los esclavos que salgan, ”pero tú no Stephen, tu sitio está con los blancos”, dice Django, vuelve a ejercer del más rápido del oeste, elimina a los pistoleros que quedaban, mata a la propietaria y dispara en las piernas a Stephen para que contemple desde dentro, cómo hace explotar la casa grande con cartuchos de dinamita. La música hace su aparición final, los enamorados huyen al atardecer y leemos los títulos de crédito. 

Hemos pasado dos horas inmersos en un estallido de humor, paródica violencia, épica y crítica social que, como los terrones de azúcar que tomamos para tragar una amarga medicina, nos han permitido ver cómo unos improbables héroes logran alzarse del lodo y  sobrellevar la contemplación del horror y la miseria moral de la esclavitud; combinación posible gracias al talento del mago Quentin.

THE END

NOTA ACLARATORIA:

Este magnífico artículo de nuestro habitual colaborador Rafael Martín del Peso, versa sobre una de las mejores películas de Quentin Tarantino (al menos, a mi juicio, la mejor desde la celebradísima “PULP FICTION”) porque cuenta muy bien la historia de que trata y no hay excesos.

Pudiera ser bueno hacer un especial para este famoso director estadounidense, del que tanto se puede contar, habida cuenta de la gran expectación causada por su última película “ERASE UNA VEZ EN HOLLYWOOD”, de la que personalmente tengo que decir que me decepcionó tremendamente al desaprovechar la oportunidad que le brindaba el retratar una época irrepetible de la meca del cine, abusando de tramas, desaprovechando otras y cayendo en unos de sus habituales excesos en el desenlace.

En todo caso, lo que siempre es interesante para analizar a este director es averiguar cuáles fueron las películas que le inspiraron, que es tarea fácil en internet (lo recomiendo tanto para esta película como para la de la colaboración, pues el director, por su inicial trabajo en un video club ha visto posiblemente más cintas que nadie, sin importar si eran de la llamada serie B o clásicas o más modernas; aunque quizá todo ello es, a veces, un cóctel demasiado explosivo en su cerebro y por ello se desmadra en algunas películas)


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