ACOSO Y DERRIBO


El cine no sólo vive de ideas originales. Permite adaptaciones o réplicas de otras anteriores, lo que ha dado lugar a la implantación, en nuestro idioma, de un anglicismo que se ha hecho clásico, el  remake. No siempre la copia es peor que el original y tampoco necesariamente se cumple el refrán que dice que nunca segundas partes fueron buenas. A veces dicho  refrán es veraz  como ocurre con la ”SABRINAoriginal y la de Julia OrmondHarrison Ford. Otras veces, sin llegar a la excelencia de su fuente de inspiración, la nueva obra cumple dignamente su papel. Ello ocurre con la de Scorsese que aquí  comentamos. “EL CABO DEL MIEDO”(1991) sucede a “EL CABO DEL TERROR”(1962) e incluso como homenaje al clásico, tres de sus principales protagonistas:MitchumPeck Madenintervienen en la segunda con pequeños papeles, aunque no pudo hacerlo el inolvidable Kojak(Telly Savallas)  protagonista televisivo de tantas de nuestras noches en la  adolescencia. Una y otra beben y se nutren de un buen guión, pues son el reflejo cinematográfico de la novela de John B. Macdonald, un interesante escritor que sitúa muchas de sus obras en los Cayos de Florida, y cuya literatura vuelve a editar en nuestro país la editorial Libros del Asteroide.

La película plantea un conflicto que constituye una de los más recurrentes temores en nuestras profesiones: qué ocurre si un afectado por nuestra actuación profesional y las decisiones que tomamos, se siente víctima de una injusticia hasta la obsesión y decide vengarse. No es un hecho baladí ni infrecuente y en lo que llamamos vida real ha dado lugar a sucesos trágicos que prefiero no recordar. Un ex presidiario, Max Cady (de Niro), tras salir de la cárcel donde estuvo 14 años encerrado por un delito de agresión sexual, irrumpe de repente en la plácida existencia de quien fuera su abogado en Atlanta, Sam Bowden (Nick Nolte), que ahora  vive en Florida  con su mujer Leigh (Jessica Lange) y su hija adolescente Danielle (Juliette Lewis). Al comienzo aparece Max haciendo ejercicios frenéticamente en la cárcel y la cámara  nos descubre  su personalidad. En la celda hay una foto de papá Stalin, un santo atravesado por lanzas y además nos muestra el preso su espalda desnuda, tatuada con una gran cruz y la balanza de la justicia. Otras frases bíblicas y de venganza adornan su torso como iremos viendo. Esa imagen infunde temor a muchas personas; otras irían prestas a pedirle un autógrafo creyendo que es un futbolista o concursante de OT.
Pronto conocemos la razón del hostigamiento y del deseo de venganza que anida en Max, conducta que tiene una cierta justificación. En el juicio,  Bowden ocultó al jurado deliberadamente un informe sobre la conducta promiscua de la victima (una vez más para la mentalidad americana, - y no es la única-, en estos delitos  a menudo se juzga  más a la victima que al agresor). Lo hizo nuestro abogado porque sabía que  su defendido era culpable, ante el horror que le produjeron los actos de violencia cometidos contra una adolescente de la edad que tiene hoy su hija. Nervioso por la presencia de Cady, cuenta a su jefe lo ocurrido con el informe en el juicio de Cady. Éste le recrimina y recuerda algo obvio: los derechos del justiciable en la constitución americana. Sam incumplió uno de los deberes fundamentales de su profesión, el de proporcionar la mejor defensa posible a su cliente, a quien desprecia, en todo momento; lo llama ex convicto y lo define como semi-analfabeto, para colocarse en un status justiciero que no le corresponde. Tan flagrante vulneración de la reglas éticas del abogado, para mala suerte de  Bowden,  ha coincidido con la actividad  de Cady en prisión. El analfabeto  decide aprender, estudia Derecho y  se defiende a sí mismo en las sucesivas apelaciones y peticiones de reducción de condena, donde descubre que su abogado no aportó  al proceso el informe sobre la denunciante. De ahí la sed de vendetta.
Otro interesante y práctico problema del que habla la película es el de los límites entre el acoso no punible y el delito. Al principio la conducta de Maden  queda en la legalidad, no puede solicitarse una orden de alejamiento contra él porque no llega a  traspasar la frontera legal; contacta con Bowden y su familia en lugares públicos sin adoptar o hacer gestos de amenaza: la bolera, en la calle, en un desfile y se coloca junto al muro del hogar de los Bowden sin invadir su propiedad. Las influencias de Bowden no son suficientes  para lograr una orden de alojamiento y él y su familia cada vez se ponen mas nerviosos, cierran sus ventanas, protegen y controlan  las  salidas de su hija, y su angustia crece ante la presencia  constante del ex convicto en sus vidas, quien sin embargo pronto va a desarrollar su natural violento.
La película de Scorsese cuenta con varios alicientes; está basada en una buena historia, lo que  siempre da frutos,  y en manos de un gran director (¡y además no actúa di Caprio!). Los actores, a salvo del inexpresivo Nolte (siempre que lo veo me recuerda a su papel de hombre pobre en manos del taimado Falconetti), cumplen con creces; las protagonistas  femeninas (LewisLange…) lucen  y destacan en papeles dotados de cierta complejidad psicológica y de Niro, pese a lo excesivo de su personaje, llena la pantalla. El cine de Scorsese nunca es superficial y a medida que transcurre la cinta, sutilmente  afloran los conflictos ocultos como icebergs en la idílica existencia de los Bowden. La interferencia en aquellas vidas de Cady nos muestra la realidad que socava y subyace en la aparentemente  feliz american way of lifede la familia. El abogado abandonó Atlanta a causa de los conflictos  conyugales por sus múltiples affaires (eso dice  Leigh). Ésta no disfruta de  una vida matrimonial perfecta, muestra ira  y guarda un gran rencor a su marido, pasiones que Max inflama y acrecienta, haciéndole recordar el doloroso pasado reciente. A  Danielle la pillaron fumando droga en el instituto y se halla inmersa en una convulsión psicológica propia de su edad, en plena fase de rebeldía  y con rumbo incierto. El astuto Max Cady  les observa y pronto descubre sus puntos débiles. Bowden está en fase de tonteo con una pasante de su despacho con la que queda a jugar al squash y tomar una copa, la desprejuiciada y festiva Lori que quiere ahondar en su relación  con Sam y no le importa que esté casado. Capta Max también  el amor que Leigh siente por su perro y la desconfianza que mantiene hacia su esposo, y las inseguridades y problemas de Danielle  y hace que cada miembro de la familia se enfrente con ellas, aunque comete un error pues perderá el control y se despertará su instinto violento, que acabará por destruirlo. Mata al perro de Leigh  (envenenándolo) sin que puedan sin embargo inculparlo y se hace el encontradizo con Leigh a quien entrega la  correa del animal, que dice haber hallado tirada  en la  calle. Sigue a Lori  e intima con ella en un bar, mientras espera en vano a Sam. Bebe con ella  y acaban los dos en una habitación donde la ataca y golpea de manera salvaje. Lo sucedido hunde aún más a Sam y despierta  las sospechas de su mujer sobre la  verdadera relación entre su marido y la becaria (rememberAtlanta debe pensar). Sam acude al hospital a ver a la agredida, quien no quiere denunciar a Max  para no verse sometida por sus compañeros en el estrado a un interrogatorio sobre su vida privada (una vez más la victima lo es por partida doble). Para cerrar el círculo, el versátil Cady se hace pasar por el nuevo profesor de teatro de Danielle, la llama por teléfono, queda con  ella  en el vacío salón de actos del instituto y allí  le ofrece marihuana mientras expone la cháchara habitual que hace efecto a los adolescentes incomprendidos acerca de su liberación de las barreras que les ponen, recomendándole un libro ad hoc para superarlas, pero no uno Herman Hesse por ejemplo,  sino algo mucho más fuerte, el ”Sexus”de  Henry Miller. Los efectos de la charla de autoayuda y liberación son instantáneos y Cady besa y seduce a Danielle.
 Los acontecimientos se precipitan, Max  tensa cada vez mas la cuerda y Sam que contrató a un detective para seguir torpemente a Cady, tan torpe que a las primeras de cambio es descubierto , accede a escuchar una recomendación del profesional. El detective aconseja a Sam que en vista del fracaso de los medios legales, contrate con su mediación a unos matones para propinar al acosador una buena paliza y conseguir que desaparezca. El timorato abogado acepta pero antes de que se cumpla  el encargo encuentra en un bar a su antiguo cliente y le advierte que si no se larga, la pasará algo grave. ¿Es una amenaza?, pregunta nuestro antihéroe, asintiendo Max. Tres sicarios contratados por el detective agreden a Max mientras el abogado presencia la escena escondido entre unas cajas, pero el asalto resulta ser un fiasco y aquel recibe unos cuantos golpes pero al final vence a sus agresores y descubre también  al abogado. Para colmo  Sam acude para pedir consejo a un colega penalista y recibe una pésima noticia, su compañero es ya a todos los efectos el abogado de Cady quien  le lleva a juicio a causa de la agresión. Aparece de Niro en el juzgado con exagerados signos físicos  que denotan haber sufrido una paliza brutal (el cuponzazo cervical es poco) y en la sala demuestra ser un aventajado predecesor de un conocido Comisario en la actualidad. Grabó la conversación en el bar y las amenazas de Sam, contra quien se dicta una orden de alejamiento y se le abre  expediente de inhabilitación en el colegio de abogados del Estado. Al decidir si debe acudir o no a la sede del colegio para robustecer su defensa, Sam y el detective idean una última estratagema; sabedores de que Max  intentara agredir a su mujer e hija si las ve indefensas, va con ellas al aeropuerto, simula  entrar en la terminal de acceso al avión, pero sale por otra puerta y vuelve a casa escondido en el coche familiar que conduce Leigh. Max, astutamente, logra que la empleada en el despacho de billetes le confirme que el abogado va en el vuelo y vuelve a por sus presas. En la mansión Bowden le esperan Sam y  el detective, ambos armados protegiendo a toda la familia que incluye a la empleada del hogar, pero Max burla  todas las defensas, mata al detective, a la empleada y huye. Al descubrir el crimen todo se vuelve irracional. En vez de llamar a la policía, el abogado se enfanga en la escena del crimen, cae, queda manchado con la sangre del detective, coge la pistola homicida, contaminada con sus huellas y decide huir hasta un lugar, “el Cabo del Miedo”, un cayo de Florida donde tiene anclado un yate, en la creencia  (deducimos ) de  que Max le persiga para lograr acabar con él . Solo al llegar allí llama a la policía que le confirma que lógicamente es el principal sospechoso. Cady, oculto en el chasis del vehículo, también llega al Cabo, ve el barco en el que se aposta Sam y su familia armados con una simple pistola, que parece muy poco vistos los precedentes. Para aumentar la tensión llueve profusamente y el yate pierde el ancla yendo sin rumbo. Viene el ataque de Max y sucesivos episodios de lucha. Parece que Cady logra reducir a la familia pero alguno de sus miembros logra liberarse y las hostilidades continúan entre intentos de hacerse con el arma, puñetazos y colisiones del desmadrado barco. Una vez más observamos la inevitable tendencia de los malvados de Hollywood a resucitar cuando debían ser ya difuntos (la Glenn Closede “ATRACCIÓN FATAL”es un buen ejemplo) y finalmente los Bowden ganan la partida. Asistimos al hundimiento literal de Cady en las turbias y procelosas aguas del Cabo, mientras se desgañita cantando. Danielle, para concluir, nos recuerda lo positivo que es mirar al futuro y olvidarse del pasado y la cinta finaliza desvaneciéndose una de nuestras peores pesadillas.
THE END

Comentarios

Entradas populares