BASTARÍA UNA PALABRA (UNA SEPARACIÓN IRANÍ)


Comentamos en este artículo una película del denominado cine exótico, expresión que sin duda hoy queda en desuso, dada la fresca irrupción del cine de otros continentes y culturas ajenas a la de EEUU y Europa , que ya pertenecen a nuestro acervo cinematográfico. “Nader y Simin una separación”, escrita y dirigida por Asghar Farhadi(2011) es un buen ejemplo de ello porque cosechó múltiples premios en nuestro orbe cultural, entre ellos el Oso de Oro del Festival de  Berlíny el Oscar a la mejor película extranjera. 
Nos acercamos a ella sin los habituales prejuicios que nos producen otras obras: no detectamos, por ejemplo, los conocidos tics de actores taquilleros y comprobamos, con relativa perplejidad, que nadie masca chicle ni hay publicidad subliminal de Coca Cola. Con un excelente elenco de actores, brilla por su correcta dirección que busca y consigue algo que debiera ser obvio: dar profundidad dramática a la narración a través de la riqueza expresiva y del caudal de sentimientos que transmiten los gestos y miradas de los actores, sin caer ni en el  fácil histrionismo, ni tampoco en el hieratismo carente de emociones. En mi opinión destaca, dentro del gran tono general, la interpretación de Sarina Farhadi(perdón por mi iraní), en el papel de Termeh,  la hija adolescente de Nader y Simin que sufre y trata de evitar el derrumbe de su vida familiar, pero al propio tiempo es exigente con el comportamiento y la forma de actuar  de sus progenitores, a quienes debe amar y obedecer, pero también respetar y para ello, han de actuar como adultos merecedores de respeto.

 “Nader y Simin” es una película realista, es decir, triste. Es también  un drama judicial en el que paradójicamente no hay abogados, de modo que resulta más paradójico aún comentarlo para esta revista. La cámara nos guía hacia el juzgado de familia y enfoca a nuestros protagonistas que cuentan al juez los motivos de la petición de divorcio. Simin quiere un futuro mejor para su hija, fuera del país, salida que es contada con naturalidad. No parece  comparable  Irán a la antigua Unión Soviética;  costó mucho conseguir los visados que tienen fecha de caducidad, de mayor rigor, suponemos, que la de los yogures para cierto Ministro,  pero Nadir se resiste a marcharse, ha de cuidar a su padre, enfermo de Alzheimer con quien convive. Simin, decidida a irse, reprocha a Nader que ni siquiera le haya pedido que se quede, recriminación  que late a lo largo de toda la película. 

El juez desconocido, pues sólo oímos su voz, es sin duda el Juez de Montesquieu, la boca muda que pronuncia las palabras de la ley; no media entre las partes y se limita a decir que, a falta de acuerdo, no hay causa de divorcio. Recuerda a la situación jurídica de la separación y divorcio causalizadas(especialmente  la primera) de la primitiva redacción de la Ley de 7 de julio de 1981. La salida del juzgado de ambos nos permite hacer una primera prospección sociológica: los pasillos y dependencias de los Juzgados son un abigarrado cosmos, en el que pulula un gentío vociferante y bullicioso, como antaño en España, antes de que las tasas judiciales, la NOJ[i]y la Arquitectura Moderna los convirtiesen en las desiertas estaciones polares de hoy.

Nader y Simin son una pareja de clase media que no responden al estereotipo que nos hacemos de una familia en un país islamista. Él es empleado en un banco, ella una profesora que por su aspecto y vestimenta no se distingue (excepto por el velo) de cualquier mujer europea. Pelirroja, usa vaqueros, gabardinas de marca e incluso conduce un coche más potente y moderno que el de su esposo. Nader colabora en las tareas domésticas aunque no da con el programa adecuado de la lavadora (complejísimo mecanismo que resulta ser también de difícil comprensión y manejo para un porcentaje importante de varones en nuestro país). Parecida impresión causa la vista de su hogar: Termeh tiene un teclado eléctrico en su habitación, en una de las paredes está clavada la copia de un retrato de Leonardo y hay una foto de Toro Sentado(Tatanka Yotanka[ii]). Muy similar, pensamos, a cualquier familia de Nebraska.


La separación de la pareja obliga también a resolver un problema familiar, la contratación de alguien que cuide al padre de Nader. Como hubo (y  probablemente hay) dos Españas, vemos que haydos Iranes. La elegida, Razié, es una  mujer de escasa formación y precaria condición económica. Esposa de un zapatero en paro, responde a la idea que en occidente tenemos de una mujer de un país islámico. Usa chador, está permanentemente  a la defensiva y muestra un gran  temor a aceptar el trabajo, ya  que su marido lo ignora y no le ha dado su consentimiento. Pronto empiezan los problemas. Como consecuencia de su enfermedad, el padre de Nader  sufre un episodio de incontinencia y Razié debe lavarle. Esta situación le provoca un escrúpulo de conciencia y para resolverlo (usando el móvil eso sí) llama a su asesor religioso a quien comenta la situación y, a duras penas, obtiene de él el permiso. Los escrúpulos son tales que convence a Nader para que contraten a su marido para sustituirla, ocultándole lo ocurrido. Aparece en escena su irritante cónyuge (Hodyat), pero la entrevista de él con Nader  no da resultado. Asume Razié el trabajo, al que acude con su hija de cuatro  años, niña que, pese a jugar peligrosamente en alguna ocasión con la botella de oxígeno del anciano, logra que éste parezca darse cuenta de su presencia y retorne fugazmente de su mundo perdido.
Como en una muñeca rusa, el asunto civil se abre y emerge un caso penal. Nader,  un  aciago día vuelve a casa antes de tiempo y encuentra a su padre atado a la cama, caído e inconsciente. Entonces es ya un hombre sobrepasado por las circunstancias. Le hemos visto derrumbarse y llorar al bañar a su progenitor.  Descubre que su padre estaba solo  en la vivienda y que la empleada ha entrado en su habitación, y sospecha que le falta dinero. Vuelven Razié y su pequeña  hija, y al recriminarle Nader lo sucedido, ésta enigmáticamente sólo contesta  que ha tenido que salir a hacer algo urgente, por lo que  dejó al anciano atado, para que no se escapara y niega haber sustraído dinero. Discuten y, furioso, Nader la echa de casa y le da un empujón para expulsarla  de su domicilio que la empleada se resistía a abandonar. Poco tiempo después nos enteramos de que Razié, que estaba embarazada, sufrió una caída por las escaleras y perdió el hijo que esperaba. 
Mi mente se traslada inconscientemente a nuestro sistema legal: víctima embarazada con pérdida de feto…, segundo hijo…, …tabla IV…, pero vuelvo en mí y me percato de que los iraníes, ¡felices ellos!, no tienen Baremo. 
Nader  y Simin acuden al hospital a interesarse por  Razié y se produce la primera escena tensa con el marido de aquella. Hodjat, interpretado por Shahab Hosseini, es un hombre que, como el padre de Dickens, ha sufrido prisión por deudas, está en paro, acosado por los acreedores, adopta un comportamiento histérico y agresivo, pues  como reiteradamente dice,no tiene nada que perder, no es capaz de cumplir con el deber de mantener a su familia y considera  lo ocurrido como una válvula de escape  de su actual condición. Busca culpables y denuncia a Nader como causante de la pérdida de su hijo. El hecho se tipifica como asesinato (sic) y se debate si Nader sabía o podía racionalmente conocer  el embarazo de Razié cuando la empujó. La discusión gravita  sobre la borrosa frontera entre el dolo eventual y la culpa con previsión que nunca supe representarme, y, por tanto, entender. La declaración de las partes ante el juez penal es surrealista, lo cual es sinónimo de seria, según Buñuel(al redactar estas líneas leo en“Babelia”que para Buñuel sólo el surrealismo es serio, opinión también surrealista a fuer de poco seria). Las declaraciones se realizan sin presencia de un abogado y tampoco del fiscal (la Ley de Enjuiciamiento Criminal de Irán precisa una urgente reforma). En el despacho del Juez, mientras uno de los implicados  contesta a las preguntas de aquél, los demás se hallan  presentes y todos intervienen a la vez. El guirigay se convierte en un estrambótico juicio de faltas en el que  los litigantes  asumen las posiciones de denunciante y denunciado. Nader  lo es  por la muerte del feto.  Razié, a su vez, por atar y causar lesiones al padre de Nader. Cada manifestación de una de las partes provoca la consiguiente réplica y en la discusión destaca Hodjat / Husseini (el más americano de los actores) cuyos gritos y gesticulaciones van in crescendo durante toda la declaración,  hasta acosar agresivamente a Nader. El juez sin mirar prácticamente a los contendientes, toma sus decisiones: fianza para Nader (que paga la familia de Simin) y arresto por perturbar el orden para  Hodjat, resolución que sorprendentemente  es contestada con una petición de clemencia de su esposa, y del propio Nader, que intercede en  favor de su agresor. Poco después también  asistimos  a una curiosa reconstrucción de los hechos in situ.  Se celebra con intervención de la policía, pero sin presencia judicial (uno a uno los garantes del estado de derecho van cayendo como los diez negritos de Agatha Christie). Su desarrollo recuerda además a la explicación sobre la trayectoria de la bala mágica de las conclusiones de la comisión Warren sobre el magnicidio de Dallas, narrada por Oliver Stoneen “JFK”, ya que resulta misterioso descubrir cómo pudo el empujón a Razié, con la puerta abierta, provocar su desplazamiento oblicuo hacia las escaleras (y no al rellano como sería lo natural), cuando aquella trayectoria  la bloqueaba además la propia puerta.
Es la suegra de Nader quien pone un poco de cordura al enquistado conflicto (lo que sería sin duda sorprendente en una película española). Describe la magnificación de lo sucedido: parece que Nader haya acuchillado varias veces a un chico de 14 años, decide que hay que llegar a un acuerdo económico con la familia de Razié y concluye que con Hodjat no se puede tratar. Se negocia a tres bandas (incluso con los acreedores de Hodjat) y quienes tejen el acuerdo son las mujeres. El director hace una crítica patente de los valores tradicionales del país. Debido a la supremacía familiar de que goza el hombre, se le describe como intransigente, autoritario, con manifiesta falta de receptividad hacia  las opiniones ajenas, mientras que las sumisas mujeres, más dúctiles y flexibles, son las que pactan, dialogan entre sí y construyen canales diplomáticos. 
La descripción del conflicto matrimonial pone más aún el acento en el papel de Termeh, que por todos los medios intenta recomponer el matrimonio de sus padres. Arranca de su madre la promesa de que se quedará si Nader  se lo pide, pero Nader  no pronuncia la palabra quédate. Su actuación  con éste  es más sutil. Sabe que para conseguir que dialogue con Simin, su padre ha de seguir a Sócrates y conocerse a sí mismo, afrontando ante todo con verdad lo ocurrido con la caída de Razié. Termeh sabe que  su madre  sospecha  que Nader estaba al tanto del embarazo de Razié cuando  la empujó , ata cabos y cree  que su padre  oyó desde la cocina una conversación entre Razié y su profesora particular en la que ésta le recomendaba un ginecólogo, sin que supiera sin embargo Nader la razón de la consulta ( el misterio se revela al final). Traslada la sospecha de ambas a Nader que se aferra a su versión . El caso se precipita. Asistimos a una primera declaración de la profesora, favorable a Nader, a su posterior modificación en contra de Nader, y la propia Teermeh se ve obligada a mentir ante el juez para salvar a su padre, declarando que aquel no conocía el embarazo cuando ocurrió el incidente, pese a que en su fuero interno sabe  la verdad y  hubiese querido que Nader la asumiese y la contase de una vez.
Otra vuelta de tuerca se produce desde el momento en que, mientras prosiguen las conversaciones para llegar a un acuerdo económico, asesorados por el Abogado Invisible, Simin y Razié se reúnen y ésta le comenta sus dudas sobre la causa real de la muerte del nasciturus. Un día el anciano a su cargo se escapó de casa, y al ir a la calle a buscarlo, un coche la golpeó. Esa noche sintió fuertes dolores y desde entonces notaba que el niño no se movía en su vientre. Por ello pidió consejo y el nombre de un ginecólogo a la profesora. Ruega a Sinin que no ofrezca dinero para zanjar el caso. Sin embargo la transacción prosigue. En la última reunión de las partes Nader  lleva los cheques con el importe finalmente acordado, pero antes de pagar, como oyó la famosa conversación y cree saber la verdad, pide Razié  que jure sobre el Corán que el empujón que le propinó causó el aborto. Razié sale  a otra habitación a reflexionar, es seguida por su marido a quien cuenta sus dudas. Este le ofrece una cómoda aplicación del conocido principio de subrogación en los pecados;  dice a su mujer: jura tú en falso y que el pecado recaiga sobre mí. Naturalmente la conciencia de Razié no puede aceptar esta trampa. Discuten y el agresivo Hodjat muestra su verdadero yo y la golpea. El acuerdo no se logra y mientras debaten las partes, destacamos las tristes miradas que se cruzan Termeh y la hija de Razié que valen todo un discurso.
De vuelta  al conflicto matrimonial, nos encontramos nuevamente en el juzgado de familia. El juez, esta vez sí aparece y dice a Termeh  que la resolución  final sobre su custodia depende de su sola voluntad. Termeh  pide a sus padres que salgan mientras decide. Sin duda lo hace para intentar que dialoguen y se produzca una postrera reconciliación. Pasa el tiempo pero Nader y Simin permanecen sentados en bancos distantes, separados por el pasillo, apenas se miran y no se comunican….
THE END.


[i]Atragantada abreviatura de la Nueva Oficina Judicial 
[ii]Nombre original en lengua Lakhota.

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