EL DINERO DE ALLEN (RADIOGRAFÍA DE UN PERDEDOR)


Con gran placer INCORPORO A LA NÓMINA DE COLABORADORES AL MAGISTRADO Y CINÉFILO RAFAEL MARTIN DEL PESO, CON UNO DE SUS ESTUPENDOS ARTÍCULOS, SOBRE LA PRIMERA PELÍCULA DE WOODY ALLEN.

“Toma el dinero y corre” tiene un título sugestivo por varias razones. Se da la circunstancia -nada habitual- de que coincide con el original en inglés. Además de ello despierta hoy en día una fuerte impresión. La película define con tal denominación la historia de un atracador de bancos, pero paradójicamente  dicha  frase es también, en el presente, el estandarte que ha guiado el comportamiento de algunos  dirigentes o consejeros de entidades financieras como nos muestra la crónica  diaria de tribunales. Puede también convertirse en una especie de principio general del derecho en la medida que cualquier abogado cauto y  diligente dará éste o parecido consejo a su cliente, ante una posible mediación  y/o acuerdo.

La película, del año 1969, de la que Woody Allen es coguionista, director y actor principal, parodia bajo la forma de un documental con  visión retrospectiva, la vida de un gángster famoso, que se asemeja muy poco a la real que tuvieron bandoleros de la talla de Clyde Barrow. Mezcla fotografías en blanco y negro que detallan los lugares donde se desarrolló la infancia de nuestro héroe (Virgil Starkwell…) con entrevistas a personas que tuvieron influencia en su vida o contacto con él (profesores de la escuela de música, compañeros de presidio, su agente de libertad condicional …), entre los que destacan sus padres, que se ocultan tras unas caretas de Groucho Marx para no ser identificados ante la vergüenza que les produce las andanzas criminales de su hijo, que contemplan de forma diferente: el padre, en permanente estado de irritación ante el comportamiento filial que nunca entendió; la madre protectora, destacando la sensibilidad y virtudes de su querido vástago, maltratado por las circunstancias.


Allen es fiel a las obsesiones que jalonan su trayectoria. En esta película es menos explícita y constante que en otras la referencia al judaísmo, aunque aparece cuando Virgil acepta ser conejillo de indias a cambio de la libertad y probar un medicamento que le transforma momentáneamente en  un rabino ortodoxo. Sin embargo narra con singular humorismo y pericia los avatares de un perdedor. Nace Virgil en un barrio duro, regido por la ley de la selva, con unas condiciones que le hacen difícil sobrevivir. Es un niño escuchimizado y con gruesas gafas, poco apto para la lucha diaria. En  las peleas con otros muchachos y en las tropelías que comete (o al menos lo intenta) con otros pillastres, es el derrotado, aquél a quien siempre atrapan, y los encontronazos tienen el mismo final. Quien detiene o se enfrenta a Virgil le humilla rompiéndole las gafas. Incluso lo hace pronuncia el juez que pronuncia su sentencia final (contundente medida accesoria de la pena).   Convertido en  adulto, sus perspectivas no mejoran. Fracasa al dedicarse a la música. Toca, sin talento alguno, el violonchelo y al final sus compañeros de orquesta le abandonan. Decide dedicarse al crimen para el cual no puede estar menos dotado. Es el delincuente más chapucero que quepa imaginar, atasca sus dedos en las máquinas de chucherías cuando intenta extraer la recaudación y huye con el cristal de la joyería en vez de llevarse las joyas. Pronto da con sus huesos en la cárcel donde prepara su primera fuga con una pistola de jabón que la lluvia derrite. Pero no todo serán  calamidades. Recién salido de prisión reanuda su  rutina  de pequeños robos y por azar se topa con  una de sus víctimas, una joven que pinta confiadamente en un parque,  que equivocadamente cree que Virgil admira su obra cuando en realidad contempla la forma más rápida de hurtarle el bolso. Entablan una surrealista  conversación en la que Virgil le miente contándole que se dedica a tocar el violonchelo y surge como por ensalmo  la chispa entre el torpe Virgil y la adorable  Louise, interpretada por la dulce y malograda actriz Janet Margolin, lo cual no deja de ser un consuelo  para nosotros los inútiles. Allen cambia de registro e ironiza con bucólicas imágenes de los protagonistas que remedan las películas románticas de la época, tipo “Love Story”. Pero Virgil necesita dinero y vuelve a las andadas. Planea un atraco a un banco que da pie a una de las más hilarantes secuencias de la película. Escribe una nota manuscrita en la que debe leerse: “esto es un atraco, actúe con naturalidad” que entrega  al cajero, pero nadie entiende su letra, desarrollándose un cúmulo de discusiones para descifrarla entre nuestro antihéroe y los empleados del Banco. Al final, como nos resume, vuelve a la cárcel por su mala caligrafía.

Virgil se siente deprimido porque piensa que su vida sentimental ha fracasado y sobre todo, porque  experimenta los beneficios de la redención de penas por el trabajo (llamada así en la película como en el vetusto Código Penal del 44), como empleado de la lavandería de la prisión e incapaz de manejar las máquinas de lavado en seco, pero recibe la visita de Louise que perdona sus mentiras y está dispuesta a esperarle. Quien no espera es Virgil; participa en una disparatada fuga que acaba con éxito, busca a Louise y ambos huyen de estado en estado como los célebres bandoleros de la tradición de los EEUU . Tienen un hijo, pero su vida y perspectivas  no cambian pues Virgil no logra tener éxito en todos los  trabajos honrados que intenta  y vuelve, como consecuencia natural,  al crimen (para el que tampoco está nada dotado, como vemos). Otro golpe mal ejecutado hace que retorne   a prisión y allí  conoceremos nuevas figuras del sistema penitenciario de USA: la condena a trabajos forzados, picando piedra en compañía de fortachones reclusos que cantan blues en los que siempre sale la palabra Mississipi; y el aislamiento celular al que someten a Virgil por su irredenta mala conducta. Lo meten en un agujero subterráneo, pero la tortura consiste en que debe ir acompañado y aguantar la cháchara de …¡un agente de seguros!, sistema éste de tortura muy americano si recordamos que, apresado por la US Army,   al delicado melómano que resultó ser el  General Noriega, le obligaban a escuchar heavy metal a todo volumen.

Tampoco dura mucho su estancia carcelaria. Una fortuita avería del camión que les trasladaba, da la ocasión a Virgil y otros recursos con él encadenados a fugarse. El hecho de estar todos atados a los mismos grilletes provoca situaciones delirantes, como la que se produce al refugiarse los huidos en  una granja aislada donde reside una abrumada anciana y acudir al lugar un despistado  policía en busca de los fugados que  no se percata de la situación . Por fin, bajo el sorprendente liderazgo de Virgil, deciden ir en busca de Louise para que les saque del apuro. Sin duda tomó referencia de esta fuga Joel Cohen para la que cuenta, en clave también de comedia, en “O Brother” pero nada tiene que ver el liderazgo del astuto Clooney (Ulises  Odiseo) con el del confundido Virgil. De nuevo en el hogar se embarca, con la oposición de Louise, en un nuevo robo ,en el que se produce el inesperado fenómeno procesal, digo criminal, denominado acumulación de atracos pues a ese mismo día y hora otra banda también ataca el banco. El conflicto se resuelve (Allen, entre sus muchas cualidades, también es un precursor o visionario del derecho a decidir), sometiendo a referéndum de  los clientes y empleados de la entidad para que elijan por cuál de las dos cuadrillas en lucha prefieren ser desvalijados y claro está, el ejercicio democrático de tan innegable derecho, tiene como resultado la llegada de la policía y su detención, cayéndole esta vez la friolera de 400 años. El oculto  documentalista  entrevista esta vez a Virgil que habla de sus habilidades para fabricar objetos mientras da forma a una nueva pistola de jabón y pregunta como quien no quiere la cosa a su interlocutor si va a llover…..


“Toma el dinero y corre” es una obra sencilla y fresca que recuerda al viejo cine clásico  de humor, discurre con ritmo e ironía  sin caer en ningún momento en la vulgaridad o perder interés narrativo. La vemos de nuevo y pensamos que gana en la comparación con buena  parte del cine actual al que se le da mucho bombo pero ignoramos si esta impresión es fruto de una reflexión con fundamento, o simplemente, una subjetiva sensación cuya fuente son los recuerdos que recrea en nuestra memoria, de un tiempo en el que, también nosotros, éramos jóvenes.

THE END

Rafael Martin del Peso. Magistrado. Noviembre 2016.

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